De cuando en las ventanas de la noche,
yo me fui, me vi, te vi, y me vine,
no pensé que tu vello me adestine,
a tus carnes desnudas con derroche.
No pude en las tenazas, con tu abismo,
en el ir y venir, extraña suerte,
del mágico camino de lo inerte,
a esa lúcida hondura de otro sismo.
Yo que se del amor y del apego,
de un nudo de garganta redivivo
no escapé, ni atiné a buscar sosiego.
Es tan bello tu brazo que me inquieta,
que me hiciera sentir de nuevo vivo,
con la alegre tenaza que me aprieta.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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