sábado, 18 de abril de 2009

Empuñando la luz, y la claridad, en el amanecer.

Para Lujan




Pretendí que el mirar tu cuerpo estuviera lejos de las sensaciones. Te observé puramente. Horadé hasta el fondo de tus ojos claros. Pero no reparé que tú tenias otras intenciones, y con respecto a la misma situación. ¡Qué infortunio el detalle! Porque juro por Dios que no era ése el vector, como fuerza en acción, no estaba definido.
Pero Dios estaba ocupado y el ángel de la mañana bien despierto.
Y como tú llevabas delantera, bien sabías qué hacer. Así que yo estaba bilocado, mitad testigo y la otra mitad, un partícipe pasivo, secundario. Y tú, sólo tú, ya habías pensado, sentido, imaginado, pergeñado, coincidido, establecido, los pasos a seguir. Pienso que fui seducido, y en tales circunstancias, en un santiamén estuve dentro de ti. Con tu amor y mi poesía.
Conste que fuiste tú quien preparó la urgencia. Y yo me recibí de aceptador. El perfecto farsante que en la noche se metió en la burbuja de todos los derroches. Empuñé tus cabellos, me calcé en tu alegría, tanto, pero tanto, tanto, que cambió de repente toda mi empuñadura…
Hoy (por ése día) me encontré de bruces en el murmullo de aquel amanecer; un resplandor de luces en lo alto, y en la mirada, la claridad de un nuevo día.



© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
De manera indirecta, también está dedicado a Candy Castro, quien fuera la disparadora de ideas para que cuente esta historia.

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