¡Oye! ¡Habla claro! Pero ten en cuenta que yo, ya me sé de memoria,
todos tus argumentos.
Ya acepté que de mi, recibiste el gesto de encontrarte desnuda,
y de reconocerte por ti misma,
sin disgregar ni creer, en pos de tu desgracia:
la soledad, tu soledad.
Yo te vi,
he palpado en la noche tu carne, azul,
saltando en las ventanas del asombro.
De allí te rescaté, de los musgos vibrantes,
hasta la bestialidad de tu naturaleza.
Yo te di un amor, y lo reprochas.
Te equivocas, aprendí a quererme,
muy por fuera de ti.
Hoy me siento libre, porque si bien no fui, lo mejor de tu vida,
tampoco fui el peor.
Yo te enseñé el respeto de tu propio placer,
tu cuerpo tuvo sed,
y yo lo apacigüé,
y hubo un nido de besos al pie de los rincones.
Pero por favor si.
¡Vete! ¡Vete ahora de mi!
Porque si no tuviste
la verdad como amparo,
no es preciso atender más dudas ni reclamos.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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