A Susana Almada
El tiempo aquel que cantó la vida,
habrá quedado en tu fiel memoria ;
la piel no hiere mujer querida,
solo estremece esta tierna historia.
Oh! Niña dulce, mi niña breve.
¡Qué desconcierto sumó la noche!
Presto atendí tu caricia, leve
a mis ojos, tímido derroche.
Antes, era un plácido artesano;
de madera fiel, y la resina,
hacha, gubia, y la trementina,
y es por ello que extendí la mano.
Que los duendes de tu piel mágica
libaron mieles, y desatinos,
la urgencia atroz libre de lógica,
fuera la angustia por los caminos.
Mas, como dicen, todo termina,
se fue la noche que hoy te nombra,
y la nostalgia que solo anima,
a ver en todo tu dulce sombra.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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