Creo alguna vez, haber dicho,
que no hay lugar para ti.
A partir de aquel momento,
en esta casa no entras.
No vengas con cosas raras,
No mientas, que no te creo.
Hoy pienso mucho en mí mismo,
disfruto mucho de mi.
Mis amigos,
mi poesía,
mi música,
y hasta también la tristeza,
que fue tu única herencia.
Una lágrima, una sola, una grande pero grande,
una inmensa lágrima,
echó a rodar por mi almohada,
esa noche en que el verano
fue más que un terrible invierno
en donde no florecen los girasoles
porque no hay sol que los guíe.
¡Fuera, nada más fuera, vete de aquí!
Mi corazón,
calcificó la herida en donde estabas tú,
digo,
adonde fue tu lugar, y no hay lugar para más.
Reitero, yo ya lo dije,
hoy esta casa
se reserva el derecho de admisión;
y es simple, acuérdate,
“cuando amo, quiero que me amen,
como amo cuando amo”
y en cuanto al mal que yo siento,
si en la noche es imbancable
no olvides que siempre habrá
un clavo para otro clavo.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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