lunes, 27 de abril de 2009

No quiero hablar con nadie...

más que contigo;
ningún emisario ni representante,
así fuera santo, santa, o tu dignatario.
¡Desde luego que tú comprendes!
Allí estarán bien las cosas, me imagino, pues aquí parece que no,
el dolor anda bien de piececito, triunfando sobre el amor,
siempre en el límite de la desesperanza.

¿La ves? ¡Seguro que si! Ella, seguro que ronda, sigilosa.

Aquí se pasea de a pié,
siempre con la muerte al lado.
¡A ella yo no le temo!
Desde cuando era niño, aprendí su convivencia.

Aquí he visto a la gente, morir con sangre en los ojos, en la boca,
y en las fosas nasales.
Mira, seguro que tú sabrás,
ponerle fin a esta historia. Hay gente en las carreteras,
en los omnibuses, en los aviones, los zócalos,
las cámaras de TV, las salas de espera de los aeropuertos,
los hospitales. Y gente, multitudes, caminando con barbijos.
Ya se acostumbraron a verlo, como algo natural,
como si un barbijo fuera el auricular de una radio.

Es verdad, nunca he sido afecto, a querer hablar contigo.
Pero verás, me duele,
la herida de éste, aquella y aquel,
como si fuese la mía.
Y claro, como atenuante, tú sabes que es la verdad.

Siempre pensé que en tu casa se anidaron los ladrones,
los falsarios, y los pederastas.

Pero hoy, mi Señor , te digo,
de corazón te lo ruego,
hace falta más que nunca , le pongas tu mano a esto.



© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara

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