Ella
Hoy es un día raro, tan confuso,
que no veo principio ni destino;
simplemente, no advierto mi camino,
y estás tú, a mi lado, pobre iluso.
Me gustas, me fascinas, me ametralla
tu poesía, me tienta sin medida,
y saltas a la presa, ya perdida,
como buen estratega en la batalla.
¡Aquí estoy! Ya me rindo a tus instintos,
que sin duda, también serán los míos,
aunque somos en carne, tan distintos.
Tú eres lo que quiero, y lo ocultas,
muy lejano del sol y los estíos ,
pero presto a la acción y me sepultas.
Él
Yo te he visto en la sala, tan perdida,
un tanto del amor desesperada.
Que fue el justo vigor de una mirada,
lo que te dio el empuje de la vida.
El momento es fugaz, pero es paciente,
y jamás yo me niego a las verdades:
el momento es sutil, y hay vanidades,
que son práctico vuelo de lo urgente.
Y aunque estés lejana, yo te advierto:
Que me haré, amo y dueño que penetra,
conociendo el secreto de tu incierto,
ay! místico cantar de los cantares.
Allí, soy artesano de tus dudas,
al libar, de tu piel, los azahares.
Quod líbet
(Ella) Es el edén,
(Él) la luna sumergida,
lo que me anima a continuar la historia;
(Ella) Ya lo verás, amor que en ésta gloria,
(Los dos) No hay ocaso de luz, ni otra partida.
¡Ay, amor! Ya se yergue amenazante.
¡Él) Mi carne te desgarra enfebrecida,
(Ella) Tócame, recórreme, ven mi vida,
donde hendirás la estaca ya punzante.
( Los dos) No será, ya sin ti, próxima aurora,
aprendí , en la noche, de éste modo,
a vivir el instante que atesora,
con la piel, la angustia, también la suerte,
a esquivar con la carne y el silencio,
el frío y cruel designio de la muerte.
Soneto para la despedida
La noche y la promesa entristecida,
ya se han abierto a todos los sentidos,
y se verán en los sueños, tan queridos,
la alegre savia eterna de la vida.
No hay nada en el amor que sea doloso,
ni un frágil pensamiento se levanta:
es solo la pasión, que viva, canta,
de ésta historia de amantes, lo tramposo.
La vida siempre tiene en plena vida,
abierta una ventana por si acaso,
entonces no habrá pena en la partida.
Y si el ocaso es turbio, amenazante,
no olvides que en tu historia solo he sido,
el agua que en tu seno fue tu amante.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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