jueves, 19 de marzo de 2009

La mano dura y la pena de muerte

La necesidad compulsiva de “justicia” en el inconsciente colectivo de la sociedad, parte de múltiples hechos de violencia en donde, como siempre, mueren inocentes. La sociedad se torna vulnerable, se siente en manos de los asesinos, y da lo mismo que sea pobre, rico, de cualquier estrato social. Los múltiples acontecimientos que suceden a diario requieren soluciones inmediatas, pero en la voz de los que defienden la idea de la implantación de la pena de muerte y la mano dura, olvidan la triste experiencia de nuestro país con la implementación de técnicas prusianas en la educación de la policía y los militares argentinos. Ésta ideología surge en los fundamentos fascistas de la organización social. Uno de los más contundentes exponentes de este tipo de criterios, fue precisamente quien tuvo la oportunidad de dirigir los destinos del país en varios mementos de la historia: Me refiero a Juan Domingo Perón. Y esta consideración está fuera de los beneficios a los que llegó el pueblo gracias a Perón. Es harina de otro costal. De todos modos, si hiciera falta justificar mi razonamiento, podría decir que lo de bueno que hizo Perón en su momento, los peronistas que le siguieron, mas papistas que el papa, se encargaron de tirarlo a la basura. Me referiré entonces a los métodos tanto de la policía como de los milicos al cabo del peronismo. Y no olvidemos que Perón integró el GOU (Grupo de oficiales unidos), quienes fueron los organizadores del golpe de estado en 1943, pero se tiene la certeza histórica de que ya actuaban desde 1930, como instigadores indirectos y partícipes secundarios necesarios en la caída de Yrigoyen. Y voltearon el gobierno constitucional de Ramón Castillo.
Con ésa madera se hicieron las fuerzas armadas y la policía argentina.
Así que quiero preguntarle a la sociedad que reclama la pena de muerte y la mano dura. Culturalmente, porque es un problema cultural, nuestro país… ¿Está preparado para una medida tan radical? Con la nefasta experiencia de las dictaduras y la puja con los pseudo-revolucionarios: ¿no hemos tenido suficiente ya? Me parece que nos estamos olvidando de los desaparecidos, de los muertos, de las madres, de los hijos, de los nietos, de la usurpación de identidad, de la prepotencia, de los que comenzaron su lucha como idealistas y terminaron como resentidos sociales, muertos por balas enemigas o las de sus propios compañeros. Nos olvidamos de Cabezas, Julio Jorge López, y de todos los que son hitos de la injusticia. Entonces… ¿Quién va a ejecutar las sentencias de muerte? ¿Con que fundamentos y en base a que tipos de juicios? ¿Sumarios u ordinarios? ¿Se le dará a los reos el derecho a defensa? ¿O habrá una sentencia previa? ¿ Quien dictará sentencia? Es cierto que la gravedad de los hechos piden a gritos soluciones. Pero me parece que estamos errando el camino, sino estamos como el patriarca hebreo que partió el cadáver de su mujer en doce pedazos y se lo envió a cada una de las tribus con un mensaje: “De esto han sido capaces las tribus de Israel”.
Lo concreto es que, ni la policía ni la sociedad están preparadas para la legitimación de la mano dura o la pena de muerte. No estoy haciendo una defensa de los delincuentes y los asesinos. Todo lo contrario, pero hay que encontrar los mecanismos legales para las soluciones. No se puede andar por la vida exigiendo la muerte de los asesinos, fomentando la institucionalización de medidas que solo causarían más dolor y más lágrimas.

1 comentario:

  1. Coincido plenamente con tu texto, un analisis muy lucido y certero en tiempos que se caracterizan por lo contrario

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