miércoles, 11 de marzo de 2009

La dictadura de los afectos

Me ha tocado y en más de una vez, disertar en foros de discusión sociales y/o políticos, referirme a sistemas de gobierno: republicanos, democráticos, unitarios, federales, representativos, monarquías, tiranías, blandos, duros, permisivos, censores, totalitarios; en fin, hay muchos más, pero hoy no voy a hablar de nada de eso. La dictadura a la que voy a referirme y descuartizaré hasta las entrañas; a saber, a su verdadera genealogía, es la dictadura de los afectos. Un tema no tan social según se lo interprete, salvo que de verdad consideremos al individuo como el génesis de toda organización comunitaria. Y digo no tan social, viéndolo en un contexto particular, individual, relativo al bienestar personal. Tengan en cuenta, empero, la influencia de este tema en la salud general.
Aclaro que de todo juicio que haré, no me excluyo en absoluto, todo lo contrario, en casi todo parto desde mí y desemboco en los otros, que en verdad debería decir ustedes.
¿Han pensado alguna vez en la cantidad de eventos conflictivos que nos surgen en el día, y que deben sortearse con el menor daño posible? Si analizáramos al detalle cada uno de ellos; las veces en que debimos callarnos y no lo hicimos, las que debimos hablar y callamos. Las veces que mentimos, las que nos mintieron. Ofendimos, lo hicieron con nosotros. Agredimos y nos agredieron. Y la cantidad de situaciones que estuvimos a punto de hacer cosas irremediables.
Desde lo social siempre pensamos en las injusticias, la libertad, las inequidades, los abusos, las iniquidades del poder, los monopolios, el mercado de consumo, el poder, la censura.
En lo personal. ¿Saben quienes son nuestros censores más crueles? ¿Quiénes ejercen “verdadero poder” sobre nosotros? ¡Exacto! ¡Nuestros seres queridos! ¡Y nosotros para ellos! Muchas veces puse como ejemplo el tema del amor de pareja, y también aconsejé a algún atribulado doliente de un desengaño amoroso, la cuestión del “poder” que tiene “el otro” sobre “uno”. Imagínense esto: ¿Alguien sufre por amor y por qué sufre? Es simple: Porque el otro lo sabe. No en vano Serrat dice “la mujer que yo quiero me ató a su ruta, pero por favor, no se lo digas nunca” ¿Cuántos amores se hubieran recuperado de no existir esa relación de poder? Eso de “Eu nao existo sem vocè” sólo existe en la poesía de Vinicius, sin contar las veces que este hombre que según sus propias palabras era un hombre de una sola mujer, cayó en la reincidencia. El Hombre, empero, hombre o mujer, no puede vivir sin afectos, y todo lo que diga de contrario va en contra de la naturaleza humana, de la necesidad humana. O sea que uno se miente y le miente a los demás. ¿Sin embargo el “poder de dónde surge”? Para mí de la debilidad y la falta de confianza en sí mismo. Sino, no se darían tantos casos de amores conflictivos, posesivos, invasivos, castradores, asfixiantes, que agonizan desde sus comienzos. Porque siempre estará presente, encubierto en los abrazos y los besos y hasta el sexo, la peor de las dictaduras, la presencia vitalicia de que “sin vos soy nada”, lo que hace que de verdad uno de los dos está muerto en vida, pero no esta muerto realmente, está vivito y sufriendo. Día a día se come las margaritas de la ausencia mucho antes de la partida. Es una tortura auténtica, cruel e irreversible, esa “muerte anunciada” es su comienzo. Y su trágico final.
¿Cuántas veces el padre censura al hijo hasta que éste se emancipa de la “patria potestad”? ¡Atención! ¿Qué es la patria potestad sino poder del padre sobre el hijo? En principio es un derecho que emerge del derecho romano, relativo a la guarda y al cuidado del hijo. ¿Hasta donde llega ese derecho? ¿Llega hasta el abuso? Evidentemente que no. ¿Pero cuántas cosas hacemos en el límite? Sin siquiera considerar situaciones extremas. Y el hijo cuando grande. ¿Tiene noción del “poder” de la juventud sobre su padre? Así como el hijo es indefenso cuando niño, el padre es indefenso cuando viejo. Si no hay lazos verdaderos de respeto se puede confabular una tortura. No hablo de respeto por el respeto mismo, Yo no ceo en las instituciones sociales de respeto y cariño en la niñez, en la enfermedad, la vejez o la muerte. Uno puede ser un “niño cretino”, un “enfermo maligno”, un “viejo hijo de puta” o “un muerto de mierda”. Uno debe ganarse el respeto en la vida. Y hago referencia al “Obituario con hurras”, de Mario Benedetti, en donde el poeta llama a festejar la muerte del finado.
Otro tema, relacionado con ambas cosas, el ámbito individual y el social. Fíjense que curioso es el tema del “poder”. Y como interactúa en ambos contextos, y como se relaciona indirectamente con los afectos. Y las responsabilidades de cada uno. Mi padre enfermó de repente, el cuadro de síntomas eran dificultades para respirar. Él decía que le faltaba el aire. Luego de varias consultas caímos en una clínica a eso de las diez de la noche, adonde lo internaron. El médico me dijo que me quedara tranquilo y que volviera al otro día a visitarlo. Siempre que al viejo le pasaba algo me miraba diciendo “hay que irse”. Yo siempre le contestaba socarronamente que se dejara de romper. Tal fue ese día. Lo dejé y me fui a casa. A las tres de la mañana me llamaron por teléfono diciendo que no me alarme pero que fuera a la clínica. Cuando entré mi padre estaba muerto, Allí me cayó una reflexión: ¿Quién me aseguró que ése hombre de guardapolvo verde era “realmente” un médico. Todo aquel que vista guardapolvo en una clínica… ¿Es un médico? No es cuestión de andar pidiéndole el titulo a todos pero fíjense: ¿Y si era el verdulero de la esquina que hacía horas extras disfrazado de médico? Simplemente es una relación de “poder”. No hay otra salida. Uno debe dejar sus afectos en manos de desconocidos porque así está instituido en la sociedad.
Hay mucha tela para cortar en otros casos. Los más graves, a mi juicio, son los que relacionan a los seres mas queridos, en donde siempre estará presente la dictadura del amor o del cariño. Somos los que mas nos queremos, pero a su vez los que mas nos maltratamos llegando a situaciones en extremo dolorosas. Así como es necesario un nuevo modo de pensar en lo político y lo social, habría que corregir este aspecto negativo en nuestras vidas.

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