viernes, 13 de marzo de 2009

Escribir compulsivamente puede ser perjudicial para la salud

Es verdad,
y confieso que yo soy
un escritor compulsivo.
En cada instante me voy
con las antenas erguidas,
anzuelo que pesca ideas,
imágenes, retrocesos;
contrastes, similitudes,
y múltiples emociones.
Alguna vez yo leí:
que no podemos
sentir
emociones diferentes.
Nada más, pero creo,
que hay actitud constante.
Uno se encuentra a diario
con puntos de partida,
caminos inesperados
un tanto desconocidos;
y desde lo más oscuro
del tibio corazón,
aparece por el foro
ella,
la idea inmaculada,
virgen,
en bruto.
Es donde surge el arcano,
el destructor de los tiempos;
y en ese lugar y esa hora,
ya no nos pertenecemos
somos toditos de ella,
porque sin paz nos seduce,
nos atrapa,
nos engaña,
nos muestra otros caminos,
otras formas;
y entonces miente,
pero nos convence.
Y para colmo de males,
nos enfrenta
con las contradicciones ,
y a veces
al sentirme con la idea
de poseer el motivo
descubrí que estaba
en calzada resbaladiza
y hube de abandonar
a la de los ojos celestes
y la cintura de fuego
por la de la mirada ausente
y la revolución.

No le tengo asco a la vida,
ni tampoco la respeto
en demasía;
lo que es es y será
Según como uno la vea
y finalmente será
también como uno perciba.
“Las cosas son y no son por ley de su propio ser”
Todo es cuestión de que yo
por más enfermo que esté,
pueda al instante en mi ser
mandar la muerte al carajo,
Y comprender que si queda
algo para decir:
lo más probable es que me quede
mucho tiempo por vivir.

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