martes, 21 de abril de 2009

Zelig

Cuando estoy con judíos,
me crecen la barba, el sombrero, y caireles festivos.
Si estuviera con negros,
me nacería, al instante,
la compulsión spiritual de un frenético cantar; ésa voz,
cantaría para todos.
Con los tartamudos soy un tartamudo,
eso me quedó de poeta,
cuando fui en las noches a leer mis escritos,
y el tímido murmullo del agua de Tumbaya
se adueñaba en los versos, de todos los paisajes.
Así fue que miré, con entrecejo triste, cada vez que veía el cambio en las miradas:
¡Era yo que cambiaba toda mi apariencia!
Fui gallego en La Pampa,
italiano en Neuquén,
irlandés en Mármol,
alemán en Misiones,
boliviano en Varela,
paraguayo en La Boca.
El affaire es que nunca encontré mi lugar, ni mi apariencia real.
Me crecieron estolas, boinas, quepis, polleras y bufandas.

Pero hoy tengo un dilema,
un agudo conflicto existencial, o mejor dicho dos,
porque dos son las personas que me pusieron en aprietos,
porque pese a todo lo que me tocó vivir,
no soy portador de odios ni resentimientos.
A ver:
¡No se cómo es un oligarca hijo de puta!
¡Ni sabré tampoco la imagen de un negro de mierda!
¡Ni un político corrupto!
¡Ni un puto a quien haya que matar!
No me salen.





© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
Esto, obvio es, lo dedico a Woody Allen, por su maravillosa composición de Zelig, y a todos mis famosos y amados discriminadores sociales.

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