Hay un hombre sensible en su elemento:
Las palabras. Se apilan una a una.
y no tendrán, según su fin, ninguna
cosa, más que decir un sentimiento.
Y allí pugna en la urgencia del momento
la cruda realidad que es toda bruma.
Como en el mar bravío, gris espuma,
en toda la vigilia es su alimento.
Pero entre todo acopio, sólo ella,
es la razón de ser de su alarido.
Es como luz tardía de una estrella,
y encubierta en todo su equipaje
retardará un instante su sentido,
le dará más valor a su mensaje.
San Michele
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por Ernesto Hernández Busto Es domingo, y el vaporetto avanza a un ritmo
plácido, de mecedora familiar y siesta de abuelos, hasta que suelta en el
muelle a...
Hace 6 años
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