La enmohecida fiebre,
que hoy la luna me viera en el cansancio;
el viaje se hizo duro,
y llego al más lejano de mis días,
y vivo en vez primera,
perlas de asombro con viejas sensaciones.
Yo te robo los besos,
hasta el hartazgo pleno de ternura;
es trampa de la hiedra,
y quiero ver de cerca los caminos.
Ya verme así parado,
corriendo entre las dudas y mis sueños.
En la mañana arpía
se sueltan los jazmines del rocío,
y huelo con mi sangre,
la sal de ese camino tan querido:
entonces vuelvo sano,
a darle otra batalla al nuevo día.
San Michele
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por Ernesto Hernández Busto Es domingo, y el vaporetto avanza a un ritmo
plácido, de mecedora familiar y siesta de abuelos, hasta que suelta en el
muelle a...
Hace 6 años
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