¡Camalotes, camalotes,
Llévenme al fin del río!
Que allí me espera un amor,
y puede morir de frío.
Yo le brindé un olvido pero ella no quiso verlo
y se quedó haciendo señas
diciendo que me esperaba.
Le dije de mi futuro tan frágil como un instante,
me dijo que el viento es suave
pero se siente en la piel.
Sin piedad
le mostré mis muletas
la piernita de oro
en el altar de mi madre
los veleritos adentro de aquellos frascos
y la botella encorchada
con un mensajito adentro
que nunca pude leer por no romper el encanto.
Ella en vez de olvidarme
me contestó que esperaba. ¡A ver camalotes, vamos!
¡Yo les puedo desplegar las velas de mis recuerdos!
No vaya a ser que mi niña
se muera sola en la noche.
San Michele
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por Ernesto Hernández Busto Es domingo, y el vaporetto avanza a un ritmo
plácido, de mecedora familiar y siesta de abuelos, hasta que suelta en el
muelle a...
Hace 6 años
Hola!!!
ResponderEliminarPaso para saludarte y decirte que ya está mi correo, puedes verlo en mi perfil.
SALUDOS!