domingo, 3 de mayo de 2009

Pancracia y la tetera amarillenta

(o acerca de cómo el nombre no hace al hombre/ o mujer en este caso/y los efectos inversos)


Y sobre su larguísimo nombre tiene también otra anécdota: "El día en que conocí a Blanca, mi mujer, en una fiesta, la acompañé de regreso a la casa de uno de sus hermanos, donde iba a dormir. Habíamos bailado y conversado. Y al despedirnos, me preguntó cuál era, además del apodo, mi verdadero nombre. Yo vacilé. Y ella agregó enseguida: 'Decilo, peor que Hermenegildo no va a ser". (Hermenegildo Sabat)
"Todos nacemos artistas; después nos enseñan" (H. S)




Pancracia

Verdad, hombre o mujer, si uno pudiera,
ser bello, y atinado por el nombre,
se pierde ese misterio que te asombre,
y encuentros en la magia que te espera.

Es joven y agraciada, su pecado,
que fluye en su conducta instituida,
es cruel, y la persigue de por vida:
el nombre de su madre, le ha tocado.

No es Marta, ni Beatriz ni Magdalena,
Pancracia es el nombre de la joven,
y suena como estigma su condena.

Condena que no estuvo establecida.
A priori, se ha marcado a puro fuego,
y sangra por demás, en su alma herida.



La tetera amarillenta


Así como a Pancracia
le duele su nombre cuando la llaman,
y recurre al ardid de llamarse Gracia,
preguntando si no se parece a un pan de gracia:
les voy a contar la historia de su tetera amarillenta.

Ella (la tetera) estuvo un tiempo tirada, en un tacho de basura,
hasta que la vio Manuel , el gran amor de Gracia.
Él la encontró, la levantó, y se la llevó a su casa.
La limpió con denuedo, le sacó brillo, y la dejó como nueva.
Entonces ya no fue más la tetera amarillenta,
oxidada y sucia;
su color pasó a ser el oro, tanto, que no se usaba, para no ensuciarla.
Y fue el orgullo de Manuel y de Gracia,
dormida en el modular, solo para ser mirada.

Por eso amigos, los insto:
A descubrir la belleza, que en fin pudieran tener
todas las Gracias del mundo,
como mi amigo Manuel,
que tiene en su amor el signo
que nadie le supo dar,
y no es una pavada,
hablo de lo que buscamos, todos, en esta vida,
la felicidad,
no más.


© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara

1 comentario:

  1. Divertirse leyendo versos es algo que vale mucho y eso me pasó con el poema de la tetera amarilla.
    Gracias. Un saludo

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