miércoles, 6 de mayo de 2009

El síndrome de la observación (o la gallina instructora) y sus consecuencias

A Camilo Canegato, ¡oops!, a Marco Denevi.




La versión de él (que se inventó un amor para que ella lo viera)


Cuánto es mi inmenso dolor,
que es imposible, que puedas,
sabes, sentir mi pasión,
de fría lluvia es mi espera.
La turbia luz que yo espero
puede que tu voz comprenda
el recurso, de un poeta
extraño, ausente. ¡tonto! ¡iluso!
¡tuyo! Que profundo
es tu ¡hay! También tu invención.

Viejas palabras, que fueron
mi creación: lo he visto un día,
perdido en el gallinero,
cuando una de las gallinas
se abalanzó hacia el mendrugo,
y, pobres, si tu las vieras,
corriendo , desesperadas,
detrás de lo que no vieron,
si ello tal vez funciona,
porque no ha de ser contigo.

¿Sabes? Ella no existe.
¡yo la inventé para ti!
Sólo para que, ¡tú!, me vieras
No hay nada de aquellas cartas,
ni mis salidas nocturnas,
ni las cartas perfumadas.
¡todo es mentira! Yo fui,
tan artesano en la farsa,
que hoy me cuesta decir, que,
lo hice para que me vieras.




Versión de ella (que se enfermó de amor, y, le creyó la historia)


Prefiero sentir que mi amor, está, para siempre vivo,
junto a dos almas sedientas.
Siento tu aliento en el zaguán, aliento de la verde viva,
aliento de de una voz de muerte;
muerte que me enfría la cara, mas, se atenaza entre mis piernas.
¿acaso no es una forma de morir?
Mira , ¡no importa nada de lo que hayas dicho!
¡Estoy aquí! Y ahora, soy tu camarada;
Si tú mentiste, yo miento,
Y lo único que, de en serio, es destacable,
Es que yo estoy en tus brazos,
por mi propia decisión…
¡Yo te creo!





© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara





Los personajes de esta pequeña historia son personas muy caras a mis afectos, éste poema surge de la observación de sus conductas; su nombre me los reservo, y por supuesto es para ellos.

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