lunes, 15 de junio de 2009

Tarde

Poema que me lo auto dedico; o más bien. A todo lo que me acompaña en ésta etapa de mi vida. En él hay referencias a la cantata de Bach cuyo título en castellano sería "Cristo yacía en los brazos de la muerte", la secuencia "Stábat mater dolorosa", de Giovanni Baptista de Pergolesi; a la suite "La catedral" de Agustín Barrios; a la jóven y maravillosa guitarrista Ana Vidovic,; y a la Obertura 1812 de Tchaikovski.





Diviso en la penumbra, lejana, de mis días;
y quisiera entenderlos,
de cómo se crearon defensas a la angustia,
y las enfermedades,
cual mangrullos que avisten todos los peligros.
“Pero mi noche amiga,
que fuera cómplice en otro cataclismo”,
hoy se hace impenetrable.
Hoy es una espalda flagelada,
heridas con historia.
Un mar, en donde yo, no soy inmune,
soy más bien la mistura de esas mismas heridas.
Nada para compartir, me digo,
tan sólo mis recuerdos.
Allí si me hago dueño de la eternidad del día.
Soy un enorme país, tan claro como un río, para un verano ardiente.
Las vacunas no sirven a tus cabellos claros,
ni a la tocatta naciente en tus jóvenes dedos.
No hacen mella en la hondura del “Christ lag in todes banden”,
la “Madre dolorosa”,
“La catedral” de NItsuga,
ni la epopeya contada por Tchaikovski en su obertura (1812).

Para esto no hay vacunas.
Las lágrimas fluyen como estrellas fugaces
de mis ojos cansados.
Soy mortal.




Copyright 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara

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