jueves, 16 de julio de 2009

Fe de erratas

(A María Eugenia)




En este caso,
del destino, señora;
usted llegó una mañana,
y el silencio,
el más profundo silencio,
acalló mis palabras
para siempre, creí,
me sentí como un pájaro encantado,
y emprendí a volar entre cornisas,
observando la magia de la vida;
pero treinta y tantos años tarde amor,
amor adestinado a vivir reprimido.
Mis dorsos fueron quietos al lápiz,
y a todos los teclados.
Mis palmas insensibles.
Por un tiempo, casi eterno,
tuve ganas de decir, reconocer mi insomnio por usted, señora.
Y la escalera que llega al cielo de sus ojos,
se bifurcó en descansos,
que a mí se me hicieron estancos de agua clara.
No escribí poemas,
Me ha llevado al misterio de pensar solo en todo lo que su cuerpo sugiere,
¡Qué digo! Obliga.
Pero treinta y tantos años tarde.
Y bien lo digo, señora,
no hay tiempo para respirar,
ni de pensar siquiera.
Hoy estoy a diez años más de aquella aparición,
rumiando mi vergüenza,
veo el final,
soy un camino equivocado,
un pasado fugaz por su mirada,
y con un poco de suerte,
puedo robarle una palabra,
una sonrisa,
con mi vana estirpe de poeta.
Treinta y tantos años tarde,
he aquí la fe de erratas del destino.
¿Ha lugar
para otra oportunidad?




© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara

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