Éste poema no cuenta nada, simplemente un concepto; o mejor dicho, distintos estadios, que de ser asumidos naturalmente, pueden convivir sin dejar secuelas de ningún tipo.
Se lo dedico a Andy Florcita, pues ella me sugirió el tema.
Vivir es un arte, en todas sus secuencias:
tanto en la penumbra del “agobio,
a quien debemos respeto”,
pues también es “nuestra obra”;
como en la balanza del júbilo que nos mece, como un pájaro,
feliz al movimiento del corazón radiante.
Yo me he sentido así, en la aurora de tus ojos,
en brazos del asombro,
rondando los espejos,
cuando todo era el bien inmensurable de tu piel.
Claro,
en ése tiempo, éramos felices porque estábamos juntos.
Después, vinieron días en que nos olvidamos.
¡hasta nuestras siluetas!,
¡quién lo diría,
si hubo un tiempo en el que nos vimos hasta en multitudes!
En ése entonces, te separé de mí.
Dolorosamente, te separé de mí.
Quise arrancarte de mi corazón dolido,
y te arrojé cien balas para matarte bien muerta.
Te imaginé como un cisne, dormido en cualquier parte,
desprevenido, a tiro,
las balas silbaron sobre ti,
y, como una ilusión fantasma volaste de tu alcoba.
A la distancia tiraste besos lujuriosos
que dieron en mi alma,
y hurgaron en la herida para desangrarme.
El tiempo.
¡Ah, mi tiempo!
El mismo tiempo que todo lo destruye.
¡Irreversible!
Se hizo presente en la noche
donde el odio
fuera por instantes,
amo y señor en ésta historia.
Acarició el corazón que alguna vez fue tuyo.
Cicatrizó la herida que dejaras tú,
y no sentí dolor,
giré mis ojos a la rosa de los vientos,
y caminé de nuevo,
en busca de otro amor, a continuar la historia de esta vida
¡otra vez!
¡Recuperable!
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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