jueves, 16 de julio de 2009

Para los gusanos que fueron a un entierro frustrado

Al entierro de un poeta,
se fueron estos gusanos.
Llevaron un repertorio
de pésames, para el caso;
como en los medios, tenían,
necrológicas pre- escritas,
y por timidez,
por vergüenza,
llevaron plato y cubierto,
disimulado en el traje,
de rigurosa corbata.

Pero he aquí que el milagro que sucede cada tanto,
cada millón de golpes,
cada cuatrocientas noches,
cada diez mil sueños,
y cada cien mil caricias,
desde el profundo silencio, salió,
el poeta;
primero con balbuceos,
luego movió sus dedos,
para formar con su mano, el gesto de una palabra:
¡hola! ¿en donde estoy?
¿y qué hacen todos aquí?
¿qué pasa que hay tanta gente?
Miren, sepan que yo,
tal vez no asista a mi entierro.
Así que ¡Vamos! ¡No es hora!
¡A otro perro con ese hueso!

¡A mis viejas alegrías!
A mi costumbre de jugar con las palabras
y develar que en mi lecho
solo se accede de noche
con varias clases de vino,
el vino de la verdad, para aquellos que tienen transparencia en la mirada
el vino de la mentira, para los que piensan que a las estrellas se llega sin sacrificio
el vino de la magia, para los que siguen un sendero laborioso
el vino de la belleza, para los que ven más allá de la mirada
el vino de la lujuria, para los que encuentran tersuras hasta en las espinas
el vino de los sueños, para los que ven el futuro desde todos los ángulos
el vino del futuro, para los que observan, y pesan, la meta de sus palabras
en fin, mucho más,
así que por hoy… vade retro…
y no me vengan con eso
de

“pa dir picando un poquito”




© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara

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