domingo, 26 de julio de 2009

Final de un desarraigo tan temido

Sus manos temblorosas hablaron por sí mismas.
Y no fue el miedo,
pero un silencio cortante, irrumpió en la noche,
y no la dejó ser ella.
¡Tal como imaginó miles de veces!
Se sintió destruida como una magdalena,
a fuerza ser ella,
y pasaron los minutos, pasaron nomás, pasaron
y el silencio se hizo insobornable.
Presente por si mismo.
Entonces, en la casa del desquicio,
cuando quiso moverse se cayó,
como si fuera a una fosa,
se desplomó sin fuerzas, tanto que pensó que se moría,
a merced de los errores
que fueron implacables.
En segundos, hizo un viaje interminable hacia el pasado,
una regresión a los días felices,
y comprendió lo duro
de la soledad,
arrinconada,
a inaugurarse,
que iría a ser difícil.
Pero se dijo,
que la esperanza insiste como un presentimiento:
alguien traerá las rosas a mi cuarto de sola.
Se dijo que vivir,
tal vez sea seguir mordiendo las violetas del campo,
memorias en poesía para escribirse algún día,
y libar la dulzura de las cosas simples.




© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara





Para construir éste poema, utilicé varios disparadores de la idea: 1º Una vivencia (que no es nada más que la situación de empatía de cómo se habrá sentido un amor cuando me dejó). 2º Las ideas de varias amigas en cuanto a desarrollar temas como “la soledad”, “errores”, “caídas”, y “cortar las cadenas del miedo”.
Entonces: el poema está dedicado a Luisa (quien fuera mi gran amor), y a Lara Robles, Mamen Anzué, Luna Libre Siempre, y Adriana Iansanff.

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