Esto podría definirse como una secuencia de endecasílabos continuos, en homenaje a todos los que nos han dejado en los últimos dos días. Sin pena. Porque es mi manera de ver las cosas.
Según mi parecer: es tal la vida, que uno quiere un lugar, en el presente,
atesorando esperas, lo que miente; y es infausto dolor en la partida.
El tiempo desmorona las argucias: no respeta a la muerte, ni es su amiga;
su trabajo es paciente, como hormiga, la seduce al final, con manos sucias.
Hay un cauce imprevisible, alado día, que brillará la luz ansiada;
que, no por ser querida, es esperada, ni tampoco ha de ser el bien amado.
Y abandonar el traje muy querido, es tan difícil, que la luz no puede,
deshacer el arraigo, y nos concede, el pié de un dulce sueño amanecido.
En cualquier situación que yo estuviera, no ha de ser un evento extraordinario;
¡a por ello!, el mal es necesario, ha de ser el destino que me espera.
Pero el mal no es el mal, es la quimera: dulce, lejana, irreconocible,
de encontrarme de nuevo incorruptible, en nuevo traje, los ojos de otra espera.
Es por eso, que digo simplemente, no hay nada que temer, es solo vida,
que por mucho que duela nuestra herida, cantaremos por el que ya está ausente.
Y es una forma de vivir su historia, recordar por aquello que ha dejado,
no pensar en el cuerpo desolado, si en el milagro de saber su gloria.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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