viernes, 26 de febrero de 2010

Hay momentos en que los ojos son de luz.

Solo se abren, a las mañanas,
no a las sombras de los ocasos.
Y toman miles de formas, solo visibles en si mismas.
¡que para uno, son eternas!
¡Se abren a la vida!
¡No a la sombras!
¡Si a los cuerpos, ávidos de misterio!

Se abre la puerta.

Si, esto es de verdad.
No de mentira.
Un hueco entre las manos, y en el cuenco, se va formando la sed;
entonces uno bebe,
y la oscuridad es idea, con la que
se da fe de lo que existe.
No se destruye no, no se destruye
nada, nada, todo se construye.

Los abrazos, las caricias, las palabras, las sonrisas, las miradas.
Y va pasando un tiempo,
lineal, nada más.
No imaginamos que es el origen de todos los orígenes;
del principio,
la llave del final.
Así se muestra aquella puerta, más allá, lejano el lapso.
Se cae la realidad, de lo real,
en las narices, se hace difícil verla,
¡como siempre, no se ve, lo que al alcance está!
Y si alguien me viera,
en este temblor que deshace,
cuando es un pasatiempo anonadado,
infame por momentos,
de caminar por la cuerda de los sueños,
con una sencilla magnitud del tiempo;
no sería mas que un camino hacia el silencio.

Un punto, nada más, una bisagra,
que es indicio,
de este nuevo comienzo,
añorado.


© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara

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