miércoles, 10 de marzo de 2010

La fiesta del suicida

Mendigo infeliz, huérfano de todo;
migajas de tu tiempo se hundieron de a pedazos
en las sucesivas noches
de tu vida.
Pintaste,
una cara falsa de la realidad, y no supiste que hacer con ella.
Pensaste, en la redención de los ángeles,
angelicales, ridículos, de todas las vírgenes del mundo,
y anduviste en las cornisas de las putas y los malandras.
Las amaste, más que,
a todas las santas y los románticos.
Valoraste al pecado en extensión, de tiempo y vanidad.
Y ahora esperas, que alguien, te finja la solución.
Eres un ave de carne transparente; sonámbulo, pretendes un milagro,
entre la vida y la miseria,
y que algún duende, calcule la medida de tus actos;
te lave de culpa,
te redima.
Lo único que encuentras es a tu Dios sin religión,
implacable, que lo único que hace, es mostrarte,
el tiempo que has perdido.

Pero hay algo si,
que comprendes…
¡Qué inútil es pensar la escena del final!
¡Y qué ridículo!
¡Patético! ¡Banal! Sin nada a declarar, no coment.
Si lo que pretendes es dejar un mensaje, es fatal.
Nada hay que tu puedas hacer,
ni que tu misma atadura, tu esencia, tu destino,
estén haciendo ya. Puro cálculo.
Porque para que, has de ahorrarle trabajo a la vida.
O a la muerte.



© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara

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