viernes, 12 de febrero de 2010

Imagino si esto,

que tal vez, son las ganas de pararlo todo,
“al modo de Isidoro”, no será una forma mas de dar vueltas,
sin sentido: o cargarse la noche sobre el alma.
Borrarse las ganas de acometer el nuevo día,
renunciar, decir que no va más,
asumir que este papel de esclavo,
que me queda bien en la mañana, y me sirve de puntillas, instante por instante,
no se hizo para hombres como yo.
“La oquedad del silencio”, es parte del asunto que también,
juega su papel en mis palabras.
Allí duerme la muerte, en su regazo,
marcada en el plata de la luna,
y se establece todo, en su brillo,
antes de la aurora que ha de ser un final y nada mas.
Un continuar.
“Yo que se de la vida, del arma invencible de la mente”
Eso dije en una noche, mirándome en el fondo de tus ojos claros,
adonde me precié de verme bello también,
con mi pata de palo y este garfio que me da que decir en esta historia.
En este acto fugaz, allí te rescato, porque viví mil vidas,
en cada instante triste o placentero.
He derrochado parte de la vida, amando.
Y hoy soy quien no tiene nada en patrimonio,
nada, pero nada en absoluto,
que declarar.
Nada mas que el tiempo “perdido”
azarosa, y soberbiamente.





© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara


Y que es la vida, amigos, sino una hermosa manera de perder el tiempo.



A Pablo Concetti

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