martes, 10 de noviembre de 2009

Confesión

Para María Belén





"Si no te conozco, no he vivido; si muero
sin conocerte, no muero, porque no he vivido."
Luis Cernuda






He sido prisionero de otros muros;
y ese recuerdo busco:
el muro de la pasión,
en donde el placer se pierde por la urgencia,
como una tea,
entre el polvo de la juventud.
El del movimiento y la razón,
que fuera como un karma,
incitándome en la búsqueda de horizontes desvelados
día a día.
Ah! Y la utopía de cambiar el mundo,
que quedó en las montañas de mis sucias sábanas,
y el amor desarraigado de vírgenes ansiosas,
encendidas.
Aprendí de la vida, aprendí el fulgor, de saciar mi soledad,
siempre o casi siempre,
en las guaridas de las noches con luna
y los amaneceres.
Me hice de un amor inmensurable con la soledad,
que hoy ostento, quasi con insensatez.
Al punto que reniego de todas mis creencias,
al pensar que he vivido por pensar que estoy vivo,
o por soñar el sueño de los otros,
ilusión que hoy despierta como un escarmiento.
Mas hoy, me levanto apenas,
en un muro difícil,
infranqueable.
El muro del destino.

Lo miro en el silencio,
que forjó en los ojos de mi madre,
una mueca triste:
angustiosa y dulce,
aprehensible solo, por su vanidad.

Es así, yo vi, como nace el deseo,
ante una estrella azul, encendida en las sombras.
¡Y soy,
aquel Señor de las Hojas del fin del calendario,
sin más muro que el brillo de tus ojos claros!




© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara

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