Una luna difusa,
allende el cielo oscuro, con una aureola clara,
como de lluvia;
un edén, un bosque particular.
Te acuestas, y miras con ojos compasivos;
de modo que no existe nadie más que tú,
y me silencias (vertedero de palabras,
inútiles, como siempre)
todo es tan triste, porque se que hay un mañana, y hay que despertar.
Lo que vive en ti, salpica tu rostro,
y en tus ojos, algo brillará por un tiempo tan posible y tan lejano,
que bien podrá ser toda una vida,
o aquella eternidad tan simple,
tan lejana.
© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara
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