Si canto y amo como un animal, en cuerpo y alma,
mi corazón es un templo, ocultará, detrás de esta voz,
el lugar adonde vivirá mi alma,
y ha de llevarme adonde no tendré sed,
ni hambre,
nada.
Las apariencias engañan, aquí,
en el naciente y el ocaso de los sueños,
se que todo lo que comprendí, ya no existe,
se confunde con el viento, la verdad, y mi triste realidad,
como hojas, rodando en las arenas blancas.
Por eso lo valoro, hasta el momento del agobio,
porque es verdadero,
y la eterna discusión es digna de respeto.
Soy lo que soy, lo que fui, y lo que nunca fui,
todo está lleno de mi,
un devenir,
en el espacio: mi panta re,
estoy completo en partes diminutas,
soy solo un hombre, pero aún,
soy todo movimiento, soy pendiente
en un tímido comienzo de infinitos presentes,
allí adonde todos vivimos sin saber,
el absurdo acontecer de otro mañana.
La sombra que no cree,
no tiene derecho, ni siquiera,
a disfrutar de la ausencia.
© 2009 by Eduardo Dante Dall´Ara
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