martes, 23 de marzo de 2010

NN

Aquí estoy, vengo desde lejos.
Tal vez, desde el olvido.
Pero heme aquí, aquí estoy.
Soy la sombra de todos.

Toco el cielo, pongo la palma sobre mi frente humana,
miro desde lo alto, mi cuerpo extendido,
con un precinto amarrado en mi pulgar derecho,
adonde veo simplemente una etiqueta,
“NN”,
y no entiendo los signos, ninguno,
que nombran el nombre de mis amigos,
aquellos compañeros, cientos, miles:
soñadores, que,
conmigo. Llegaron hasta aquí.

Es profunda la muerte,
aunque llame a la vida, en un río de sangre.
Aquí mis ojos, ven los ojos de los asesinos,
y a lo lejos, se oye una canción serena.
Siento al mundo andar bajo mis pies, ligero,
amo la agilidad de una estrella.
la liviandad de los ojos de lo que está vivo,
y que es joven.
La palabra es una roca, que golpea, golpea, golpea,
como un rumor de sorpresa, que no se entiende.

Aquí soy “Padre de un hijo asesinado.
Esposo de una esposa asesinada.
Hijo de un padre asesinado”.
Hermano de un hermano asesinado.

Así seré el camino, la luz, y aunque me mire, rotulado,
y a mi mismo torturado, asesinado, y al fin desaparecido,
“estigmatizado”, digo, que estaré siempre,
como una carga fatal, en el corazón de los que
me desarraigaron
de “mi”
querida vida.




© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara

domingo, 14 de marzo de 2010

Día Pi (o 3,1416)

Según los Aldos, cualquiera de ellos,
puede uno partir desde las mañanas,
las miradas, los descensos en los cuerpos,
los escalofríos, iluminaciones de algunos momentos;
las veces que hemos hecho cumbre en la pasión,
los desencantos, las caídas,
todo es cuestión de aclarar los sublimes misterios,
las miserias.
Simplemente son cuentas, como en un rosario,
aquí se suma, aquí se resta,
aquí la inmensa confusión lleva hacia la bruma.
Loa dedos vagan solos,
se calcula lo incierto, lo inefable,
y también lo pleno, lo presente.
Es cosa de que el vértigo, no lleve hasta el castigo
de considerar el espanto,
como una distancia implacable:
pero el río, inmenso río,
de cauce agradable,
(la memoria),
no velará el rostro de quien hemos amado,
intensamente.



© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara



Para Aldo Umazano y Aldo Pellegrini, caros maestros (siempre presentes) en mi poesía.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La fiesta del suicida

Mendigo infeliz, huérfano de todo;
migajas de tu tiempo se hundieron de a pedazos
en las sucesivas noches
de tu vida.
Pintaste,
una cara falsa de la realidad, y no supiste que hacer con ella.
Pensaste, en la redención de los ángeles,
angelicales, ridículos, de todas las vírgenes del mundo,
y anduviste en las cornisas de las putas y los malandras.
Las amaste, más que,
a todas las santas y los románticos.
Valoraste al pecado en extensión, de tiempo y vanidad.
Y ahora esperas, que alguien, te finja la solución.
Eres un ave de carne transparente; sonámbulo, pretendes un milagro,
entre la vida y la miseria,
y que algún duende, calcule la medida de tus actos;
te lave de culpa,
te redima.
Lo único que encuentras es a tu Dios sin religión,
implacable, que lo único que hace, es mostrarte,
el tiempo que has perdido.

Pero hay algo si,
que comprendes…
¡Qué inútil es pensar la escena del final!
¡Y qué ridículo!
¡Patético! ¡Banal! Sin nada a declarar, no coment.
Si lo que pretendes es dejar un mensaje, es fatal.
Nada hay que tu puedas hacer,
ni que tu misma atadura, tu esencia, tu destino,
estén haciendo ya. Puro cálculo.
Porque para que, has de ahorrarle trabajo a la vida.
O a la muerte.



© 2010 by Eduardo Dante Dall´Ara